miércoles, noviembre 19

¿Somos lo que vemos o vemos lo que somos?

¿Qué similitud hay entre lo tratado en El sacrificio de la belleza y Alerta: la droga gana “glamour”? Para empezar una sola cosa: el dinero. Luego: hasta qué punto la sociedad es controlada por los medios de comunicación, hasta dónde llega el amoldamiento de las personas a los mensajes que en éstos se transmiten, en especial a las imágenes y modelos que se exponen en la prensa, la Internet y sobre todo en la televisión. Y por último: la mujer.

Desde hace ya bastante tiempo, se nos muestra –por una parte- la imagen de la mujer muy delgada; con una cabellera brillante, sujeta al ir y venir de la tendencia de turno; con un rostro libre de impurezas o “imperfecciones”; labios carnosos y colorados,… en fin: todo un arquetipo diseñado para impactar, agradar a la vista y ser “objeto” de deseo. Esto es lo que exponen y explotan económicamente los medios de comunicación y se refleja en la sociedad, en el hombre y en la mujer, pero más en ella que en él. Basta con salir un día a la calle y ver cómo las personas se parecen cada día más unas a otras, a lo que se muestra en los medios, no sólo en lo externo, sino también en las conductas. Parecen no darse cuenta de que “estar a la moda” es un traicionero ideal que termina ahogando la propia personalidad y que, la susodicha “originalidad” clamada por las tendencias es un engaño. ¿Qué tiene de original vestirse, peinarse, maquillarse, hablar, comportarse,… como el maniquí de una tienda, el personaje de tal novela o el cantante de turno? ¿Qué tiene esto de original si el resto del mundo hace lo mismo?

No exagero. De hecho, por poner un ejemplo, he notado que en la búsqueda de la “perfección” que se promueve a toda costa para producir dinero, las personas terminan -incluso- pareciéndose a los maniquíes. Parece absurdo y lo es, pero también es cierto que al ser éstos un punto de referencia cuando se observan las vitrinas de algunas tiendas de ropa, la persona puede llegar a creer que la figura ideal (como si existiera una) es la de estas figurillas. Y si desea alcanzar la fulana “perfección”, procurará parecerse al muñeco o muñeca sobre el que se exhibe una determinada pieza de vestir en nombre de la moda. ¿Es esto digno para un ser humano? ¿Es propio de él querer parecerse a una cosa y peor aún, ser como ésta? No lo creo.

"¿Valdrá la pena sacrificar la vida por tener un rostro casi perfecto, por tener la cintura más pequeña y decir que eso es belleza? No seamos víctimas del negocio de la imagen, de algunos medios de comunicación que transfieren semblantes de perfección, porque esto no existe." (1)

Por otra parte, se explota un modelo menos “perfecto” pero igualmente trabajado. Uno que alza la mano por la dejadez personal, pero una dejadez que raya en lo insano, lo dañino, lo vicioso, con toda la desfachatez posible, porque de esta también se está produciendo dinero. Por eso el otro extremo de los “héroes” y las “heroínas” de nuestro tiempo está lleno de figuras con problemas de drogas, alcohol, ira, desórdenes alimenticios, entre otros. Parece ser el polo opuesto al arquetipo de los párrafos anteriores, pero en realidad es más de lo mismo, lo que cambia es el empaque. De este otro problema algunos se han dado cuenta:

"Voluntariamente o no, los traficantes de drogas cuentan con publicistas de excepción. Las mismas caras que promocionan discos, películas o perfumes son, muchas veces, las encargadas de banalizar el consumo de estupefacientes, según señalaba ayer la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un grupo asesor de la ONU." (2)

Frente a todo esto, se cuestiona frecuente pero superficialmente, cuál debe ser el papel de los medios. Sin embargo, el problema continúa. ¿Será que no estamos tratándolo desde la raíz? ¿Será que antes de cuestionar a los medios debemos cuestionarnos a nosotros mismos?

martes, noviembre 18

Ser útil, dejar pozo...


¿Qué es sino abnegación el entregarse al 100% cada instante, hasta olvidarse de uno mismo, haciendo que "el sacrificio sea holocausto"?

Esa fue la interrogante que, más bien en tono de convencimiento que de duda, surgió en mi interior luego de leer en Cofradía Mamá, el post más reciente de una madre entregada a su hijo:

"Que todo pasa pareciera una promesa de un político populista para las recién estrenadas madres en los primeros tres meses del bebé, pero es así. Eso me lo decía una amiga que me acompañó en este camino de trasnocho y exigencias extremas de un chiquitico, y ahora lo repito a mis amigas que pasan actualmente por esta etapa. Repetirlo como un mantra ayuda. Y es que una gran amiga me comentaba que el cansancio no te deja disfrutar del bebé, no solo es real, sino que no tiene nada de malo admitirlo. Somos mujeres, la mayoría trabajadoras en otras lides más lógicas y menos emocionales, y esta responsabilidad abruma. La buena noticia, es que esto tendrá muchas recompensas...".

Así es: lo que quizá hoy nos parece incómodo, insoportable, fastidioso, doloroso, difícil de llevar, incomprensible,… mañana puede traer grandes recompensas. "El niño bobo patalea, cuando su madre cariñosa hinca un alfiler en su dedo para sacar la espina que lleva clavada… El niño discreto, quizá con los ojos llenos de lágrimas –porque la carne es flaca-, mira agradecido a su madre buena, que le hace sufrir un poco, para evitar mayores males". Es el ejemplo del santo de lo ordinario.

Abnegarse es darse por completo. Para eso es preciso sacrificarse y poner allí el corazón. Cada uno recogerá frutos de acuerdo a su objeto de entrega y de la calidad de esta.

Entonces conviene pensar y reflexionar sobre nuestros planes de vida, nuestras acciones cotidianas. ¿Están en el fondo vacías, carentes de norte y sentido, de hondura, de un objeto de entrega que nos permitirá recoger frutos dulces y jugosos: bienes imperecederos… paciencia, responsabilidad, espíritu de sacrificio, solidaridad, generosidad, comprensión, fortaleza, vida eterna…? Si la respuesta es sí, es el momento de rectificar hoy, ahora, porque mañana puede ser tarde.

domingo, noviembre 16

Y tú: ¿a quién eliges?


A través de esta vía compartí hace poco un boletín informativo que mensualmnte llega a uno de mis correos electrónicos, luego de suscribirme al sitio: Libros en Red. Como de costumbre, el contenido del correo comienza con una breve reflexión, esta vez sobre los persojanes literarios. Afortunadamente, casi siempre se trata de algo interesante que merece compartirse. Así que, otra vez, he aquí el contenido del boletín:

"Saber cómo habla un personaje es saber quién es; descubrir una entonación, una voz, una sintaxis particular, es haber descubierto un destino", afirma Borges en un célebre texto sobre la poesía gauchesca.

Si es posible decir esto es en parte porque los personajes de las obras literarias son puras palabras y están hechos de papel y tinta. Es algo obvio, pero que a veces se olvida; sobre todo cuando nos encontramos con esos perfiles construidos de tal manera que parecieran personas cercanas, reales y humanas en toda su complejidad.

Los escritores que apuestan por una literatura más parecida a la vida (en contraposición con quienes prefieren poner de relieve los artificios de la creación literaria y ensayar una obra más experimental), suelen cuidar mucho la categoría de personaje y por eso diseñan a los actores de sus tramas con todo cuidado y detalle, hasta el punto que de muchos podemos imaginar qué desayunan, cómo les sientan los días de lluvia y qué sería lo primero que harían si se les muriera un ser querido.

Los personajes entrañables (que tal vez sólo sean los que leímos de más pequeños) o los personajes vívidos, verosímiles, próximos parecen llevar una vida paralela en una dimensión de presente constante. De alguna manera, Bartleby (el escribiente) está eternamente declarando de modo decidido pero reservado "preferiría no hacerlo"; Florentino Ariza sigue siempre enamorado de Fermina Daza, amándola en los tiempos del cólera. Al Principito lo seguimos viendo (y probablemente con los mismos trazos con que también lo dibujó Saint-Exupery) deshollinando melancólicamente el volcán de su asteroide.

Y hay muchos más personajes que se ganaron un lugar entre nosotros: Don Quijote de la Mancha, el irascible Aquiles, los detectives Hercule Poirot o Sherlock Holmes; los héroes jóvenes como Harry Potter y Frodo (o el fiel Samsagaz). Más modernamente, podríamos citar el personaje de Austerlitz (de Sebald) o Briony Tallis (Expiación, de Ian MacEwan).

La elección es cuestión de mérito literario, pero también de gustos y sensibilidades: ¿qué héroes o heroínas son sus preferidos? ¿Qué personaje consideran más logrado y por qué mérito lo consideran así (por ser más conmovedor, verosímil, original)? ¿Qué personaje les hubiera gustado que fuera real para poder conocerlo (ser su amigo, enamorarse...)?

Yo escojo al Principito y así aprovecho para sugerir una ríquisima lectura sobre este clásico y por siempre atcual personaje, tan encantador como inolvidable.