¿Somos lo que vemos o vemos lo que somos?
¿Qué similitud hay entre lo tratado en El sacrificio de la belleza y Alerta: la droga gana “glamour”? Para empezar una sola cosa: el dinero. Luego: hasta qué punto la sociedad es controlada por los medios de comunicación, hasta dónde llega el amoldamiento de las personas a los mensajes que en éstos se transmiten, en especial a las imágenes y modelos que se exponen en la prensa, la Internet y sobre todo en la televisión. Y por último: la mujer.
Desde hace ya bastante tiempo, se nos muestra –por una parte- la imagen de la mujer muy delgada; con una cabellera brillante, sujeta al ir y venir de la tendencia de turno; con un rostro libre de impurezas o “imperfecciones”; labios carnosos y colorados,… en fin: todo un arquetipo diseñado para impactar, agradar a la vista y ser “objeto” de deseo. Esto es lo que exponen y explotan económicamente los medios de comunicación y se refleja en la sociedad, en el hombre y en la mujer, pero más en ella que en él. Basta con salir un día a la calle y ver cómo las personas se parecen cada día más unas a otras, a lo que se muestra en los medios, no sólo en lo externo, sino también en las conductas. Parecen no darse cuenta de que “estar a la moda” es un traicionero ideal que termina ahogando la propia personalidad y que, la susodicha “originalidad” clamada por las tendencias es un engaño. ¿Qué tiene de original vestirse, peinarse, maquillarse, hablar, comportarse,… como el maniquí de una tienda, el personaje de tal novela o el cantante de turno? ¿Qué tiene esto de original si el resto del mundo hace lo mismo?
No exagero. De hecho, por poner un ejemplo, he notado que en la búsqueda de la “perfección” que se promueve a toda costa para producir dinero, las personas terminan -incluso- pareciéndose a los maniquíes. Parece absurdo y lo es, pero también es cierto que al ser éstos un punto de referencia cuando se observan las vitrinas de algunas tiendas de ropa, la persona puede llegar a creer que la figura ideal (como si existiera una) es la de estas figurillas. Y si desea alcanzar la fulana “perfección”, procurará parecerse al muñeco o muñeca sobre el que se exhibe una determinada pieza de vestir en nombre de la moda. ¿Es esto digno para un ser humano? ¿Es propio de él querer parecerse a una cosa y peor aún, ser como ésta? No lo creo.
"¿Valdrá la pena sacrificar la vida por tener un rostro casi perfecto, por tener la cintura más pequeña y decir que eso es belleza? No seamos víctimas del negocio de la imagen, de algunos medios de comunicación que transfieren semblantes de perfección, porque esto no existe." (1)
Por otra parte, se explota un modelo menos “perfecto” pero igualmente trabajado. Uno que alza la mano por la dejadez personal, pero una dejadez que raya en lo insano, lo dañino, lo vicioso, con toda la desfachatez posible, porque de esta también se está produciendo dinero. Por eso el otro extremo de los “héroes” y las “heroínas” de nuestro tiempo está lleno de figuras con problemas de drogas, alcohol, ira, desórdenes alimenticios, entre otros. Parece ser el polo opuesto al arquetipo de los párrafos anteriores, pero en realidad es más de lo mismo, lo que cambia es el empaque. De este otro problema algunos se han dado cuenta:
"Voluntariamente o no, los traficantes de drogas cuentan con publicistas de excepción. Las mismas caras que promocionan discos, películas o perfumes son, muchas veces, las encargadas de banalizar el consumo de estupefacientes, según señalaba ayer la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un grupo asesor de la ONU." (2)
Frente a todo esto, se cuestiona frecuente pero superficialmente, cuál debe ser el papel de los medios. Sin embargo, el problema continúa. ¿Será que no estamos tratándolo desde la raíz? ¿Será que antes de cuestionar a los medios debemos cuestionarnos a nosotros mismos?
Desde hace ya bastante tiempo, se nos muestra –por una parte- la imagen de la mujer muy delgada; con una cabellera brillante, sujeta al ir y venir de la tendencia de turno; con un rostro libre de impurezas o “imperfecciones”; labios carnosos y colorados,… en fin: todo un arquetipo diseñado para impactar, agradar a la vista y ser “objeto” de deseo. Esto es lo que exponen y explotan económicamente los medios de comunicación y se refleja en la sociedad, en el hombre y en la mujer, pero más en ella que en él. Basta con salir un día a la calle y ver cómo las personas se parecen cada día más unas a otras, a lo que se muestra en los medios, no sólo en lo externo, sino también en las conductas. Parecen no darse cuenta de que “estar a la moda” es un traicionero ideal que termina ahogando la propia personalidad y que, la susodicha “originalidad” clamada por las tendencias es un engaño. ¿Qué tiene de original vestirse, peinarse, maquillarse, hablar, comportarse,… como el maniquí de una tienda, el personaje de tal novela o el cantante de turno? ¿Qué tiene esto de original si el resto del mundo hace lo mismo?
No exagero. De hecho, por poner un ejemplo, he notado que en la búsqueda de la “perfección” que se promueve a toda costa para producir dinero, las personas terminan -incluso- pareciéndose a los maniquíes. Parece absurdo y lo es, pero también es cierto que al ser éstos un punto de referencia cuando se observan las vitrinas de algunas tiendas de ropa, la persona puede llegar a creer que la figura ideal (como si existiera una) es la de estas figurillas. Y si desea alcanzar la fulana “perfección”, procurará parecerse al muñeco o muñeca sobre el que se exhibe una determinada pieza de vestir en nombre de la moda. ¿Es esto digno para un ser humano? ¿Es propio de él querer parecerse a una cosa y peor aún, ser como ésta? No lo creo.
"¿Valdrá la pena sacrificar la vida por tener un rostro casi perfecto, por tener la cintura más pequeña y decir que eso es belleza? No seamos víctimas del negocio de la imagen, de algunos medios de comunicación que transfieren semblantes de perfección, porque esto no existe." (1)
Por otra parte, se explota un modelo menos “perfecto” pero igualmente trabajado. Uno que alza la mano por la dejadez personal, pero una dejadez que raya en lo insano, lo dañino, lo vicioso, con toda la desfachatez posible, porque de esta también se está produciendo dinero. Por eso el otro extremo de los “héroes” y las “heroínas” de nuestro tiempo está lleno de figuras con problemas de drogas, alcohol, ira, desórdenes alimenticios, entre otros. Parece ser el polo opuesto al arquetipo de los párrafos anteriores, pero en realidad es más de lo mismo, lo que cambia es el empaque. De este otro problema algunos se han dado cuenta:
"Voluntariamente o no, los traficantes de drogas cuentan con publicistas de excepción. Las mismas caras que promocionan discos, películas o perfumes son, muchas veces, las encargadas de banalizar el consumo de estupefacientes, según señalaba ayer la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un grupo asesor de la ONU." (2)
Frente a todo esto, se cuestiona frecuente pero superficialmente, cuál debe ser el papel de los medios. Sin embargo, el problema continúa. ¿Será que no estamos tratándolo desde la raíz? ¿Será que antes de cuestionar a los medios debemos cuestionarnos a nosotros mismos?