miércoles, septiembre 19

Ideas de Izquierda

Naturalmente, Dios que lo sabe todo, sabía que este mundo iba a ser de los derechos, lo que no quiere decir que los zurdos iban a salir perdiendo por eso. Soy zurda y muchas han sido las veces que alguien se sorprende por ello, la verdad sí es una rareza conseguirse con un zurdo, pero tampoco es que habemos tan poquitos así o que seamos un fenómeno de la naturaleza.

En fin, la cosa no es si somos pocos o muchos o si nos superan en número los derechos. Ciertamente, hay más derechos que zurdos en el mundo y son más los productos que se fabrican teniendo en cuenta esta realidad. Pero lo que puede parecer una aparente desventaja para el zurdo, es más bien una absoluta ventaja (si lo sabe aprovechar), aunque a veces pueda ir cargada de algunas insatisfacciones, lo que yo prefiero llamar gajes del oficio.

Raramente me encuentro con cosas para zurdos, lo cual no solo me ha llevado a desarrollar más mis habilidades motrices, ejercitando ambos hemisferios y haciendo uso de mi derecha con mucha frecuencia, sino que me ha hecho prácticamente ambidiestra. En ocasiones domino mejor la derecha que la izquierda.

En el colegio no conseguía un pupitre para mi condición y aprendí a escribir sobre uno para derechos. El día que me topé con uno para zurdos, no me sentía cómoda, algo que sucede con frecuencia cuando se ha estado acostumbrado a “la derecha”. Desde niña vi las ventajas de ser zurda y para potenciar lo que naturalmente considero una ventaja, hacía caligrafías con la mano derecha, porque quería escribir con las dos manos. Hoy en día escribo mejor sobre pizarras con la derecha que con la izquierda.

Ser zurdo es ser diferente, ser derecho no es ser mejor. Recuerdo las tiernas palabras que mi profesor de dibujo técnico de primer año me dijo el primer día de clase: “los zurdos no sirven para esta materia”. Sin comentarios… Siempre he creído que quiso retarme. Y aquí estoy, varios años después escribiendo sobre su ridícula premisa y agradeciendo el hecho de ser “diferente”, lo que tampoco me hace mejor que nadie.

¿Y a qué viene todo esto?
Simplemente, me alegré de escuchar a una mujer muy inteligente decirme que por ser zurda, soy más rápida… Según una razón muy científica que me dio, algo relacionado con las neuronas, los zurdos pensamos más rápido. Entonces, me sentí tan bien… con una especie de alivio por lo que a veces me preocupa: una inquietud mental honestamente insoportable, ideas nadando de aquí para allá, muchas veces en contra de mi voluntad… Bueno, al menos creo que haber escogido bien el nombre de mi blog. ¡Yuju!

viernes, septiembre 14

Actitudes razonables, razones cuestionables

En medio de una crisis marital, luego de pensar y repensar su situación, barajando las posibles consecuencias y repercusiones de aquello, una chica le pregunta a una completa desconocida…

- Señora… ¿qué no se le puede perdonar a un hombre?

Con un tierno semblante, esta mujer emanaba paz, tranquilidad y hasta sabiduría. De cualquier manera, sin importar quien fuera, la joven sólo quería su opinión y escuchar otras palabras diferentes a las suyas dándole vueltas en la cabeza. La señora con cara de extrañada, pero sin la intención de conseguir el por qué de aquella pregunta respondió:

- Bueno hija, a un hombre se le pueden perdonar todas las mujeres habidas y por haber…

Y en ese momento, justo después de escuchar tales palabras, la joven dudó de haber escogido a la persona indicada para ponderar su situación con la “sabiduría” de aquella mujer… Creyó que lo que parecía sabiduría debía ser más bien estupidez y fueron suficientes esas primeras palabras para decidir no seguir escuchado a la noble consejera. Mientas la mujer continuaba hablando, la chica pensaba con un asombro interior que pocas veces la había golpeado tan fuerte…

[Hay que ser bien ca$%ón…- Después se quejan. ¿Cómo pretender fidelidad si justamente es lo contrario lo que se permite con semejante deportividad? No lo puedo creer. Por eso estamos como estamos, nos quejamos de los problemas y no solo somos parte de ellos, sino que dificultamos enormemente su solución...]

sábado, septiembre 1

La vida como un campo de concentración


Hace unas dos semanas comencé a leer el libro de Viktor Frankl, “El Hombre en Busca de Sentido”. En un momento en el que debo confesar que me he convertido en una gran escepticista, llegando a poner prácticamente todo en duda, tan sólo por no tener el suficiente coraje para cargar con los sacrificios que supone reconocer las irrefutables verdades que han formado mi conciencia, entre otras cosas; esta pieza del reconocido psiquiatra, no ha podido llegar a mí en mejor momento.

Así lo empiezo a creer
Frankl me habla de libertad interior, de naturaleza humana, de capacidad de superación y aceptación del sufrimiento con valentía y dignidad. Una vez más, ante mis incesantes cuestionamientos a la vida, han llegado las respuestas, y debo resaltar que con sorprendente prontitud. ¿Qué otra cosa puedo pensar, sino que hay alguien que alcanza mis más íntimos pensamientos e inquietudes y no duda en asistirme cuando más ayuda necesito?

A pesar del descaro en el que he caído en los últimos meses, con el que -a pesar de mis constantes esfuerzos- no he conseguido engañarme a mí misma, tengo que admitir que mi sed de respuesta está siendo frecuentemente saciada. Y puedo darme cuenta de que mientras más me empeño en ocultarlo o negarlo, con mayor evidencia se presenta ante mí.

Hubo un tiempo, un buen tiempo que mi alma extraña y no sabe cómo recuperar. Un tiempo en el que vivía interiormente y era absolutamente feliz, a pesar de los problemas y las contradicciones. Un tiempo en el que el mayor de mis sufrimientos no se compara con esta vacío que ahora siento. Algunas marcas no se pueden borrar.

Paradójicamente, ante los ojos del mundo, puedo ser considerada como una persona que lo tiene todo. Sin embargo, algo me tiene que faltar, porque esta inconformidad ante la vida, esta dejadez que a veces me invade y sobre todo este andar sin sentido, no me sienta bien.

Entonces, encontrando similitudes entre mi estado mental, emocional y espiritual; y el de aquellos hombres recluidos en los lager de los que me habla Víctor Frankl, veo cómo es posible convertirse en preso de la vida, como si se tratara de una “carrera por la supervivencia”, una que no encuentra el fin último de su camino, el sentido.

Se que la mano de Dios está metida en esto, pero sobre todo una vez más puedo ver ¡cuánta ignorancia hay en mí!