martes, mayo 15

Hoy decidí comer porquería

Llevaba tanto tiempo comiendo sano que les juro perdí la cuenta. Tener 21 años, ser mujer y vivir en el siglo XXI, NO ES FÁCIL. Mentirosa la que niegue haberse preocupado alguna vez por su aspecto físico. Yo, alguna vez lo hice, en otro momento simplemente ni me importaba cómo me veía, luego llegó el momento de la "salud".

Puedo darme cuenta de que mientras se alcanza la "madurez", la cual realmente nunca acaba de llegar, las actitudes frente al "cómo me veo" y "que dirán" van cambiando. Particularmente, opino que estas situaciones ocurren en su mayoría al sexo femenino, pero con la llegada de la homosexualidad y el llamado metrosexual, algunos hombres también son víctimas de esto.

Es raro, pero ahora que lo pienso, hay ciertas actitudes que se atribuyen a cada género. Mientras que con las féminas sucede lo que ya dije, al macho macho man se le relaciona con el “me importa un *%&$? como me veo”. Quizá por eso se dan el lujo de mandar al diablo cualquier régimen de adelgazamiento, para ellos no hay 90-60-90 que valga, ni tampoco Vanidades que les diga “vístete así”, “ríete como fulana” o “ni se te ocurra besarlo en la primera cita”.

El hecho es que las mujeres están rodeadas de mucha más presión por ser de tal o cual forma, mientras que los hombres aún no. Posiblemente, esto no cambie nunca, aunque ahora veamos hombres que se comportan como mujeres en este sentido, porque quizá se coló el mensaje en su subconsciente de alguna extraña manera.

Por mi parte, hace tiempo me cansé de “encajar”, porque cuando entras en el cuadrado de moda, resulta que ahora se tiende al círculo. No tengo paciencia, no tengo plata y tampoco cabeza para eso. Durante un tiempo lo intenté, pero me di cuenta que la locura me tocaba la puerta un día sí y el otro también.

Luego lleve la situación al límite y decidí tomar una decisión racional, saludable y opté por hacer ejercicio y cuidar la alimentación. Pero mi tendencia a ser extrema en todo no perdonó, pasé de ser la persona más insana a la versión femenina de Lance Armstrong, con gran gusto por el ciclismo y demás.

Ahora ya me vale madre. Es el momento del equilibrio, ni demasiada salud, ni demasiada destrucción. Un día bien y otro mal. Así funciono, no puedo vivir encerrada en el cuadrado, una vez en el círculo, otra en el triángulo y así… variando, porque la rutina, el extremo orden y la perfección absoluta me descontrolan. (Sin contar la desgracia que me resultan los famosos cambios hormonales cada 28 días).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ser perfecto sale muy caro y no vale la pena, aunque es muy tentador y no nos damos cuenta y a menudo caemos en la tentación