martes, junio 10

¿Crisis alimentaria o inflación estructural?


Trato de seguir de cerca la cuestión de la crisis alimentaria, y me encuentro con que tanto el Sr. Ban Ki-moon (Secretario General de la ONU) como el Dr. Jacques Diouf (Director General de la FAO), reconocen lo que sería un descaro no hacerlo: “Por desgracia no hemos progresado lo suficiente, al ritmo actual, y según las últimas estimaciones, tan solo se alcanzará esa meta en el año 2150. No existe voluntad política suficiente, con la consiguiente falta de movilización de recursos, para acabar con el hambre. La persistencia de este flagelo en un mundo en el que abundan los recursos es un hecho inaceptable(1). “No podemos permitirnos seguir atrapados en la crisis. Para asegurarnos de que habrá alimentos mañana, debemos actuar hoy…”(2).

Particularmente, me impresiona ver lo actual que resultan las palabras de Diouf, aún cuando fueron dichas hace tres años. Además, de lo que he leído en algunos reportes sobre la reciente
Cumbre Alimentaria llevada a cabo en Roma, me ha sorprendido tristemente la conclusión a la que allí se llegó: se reafirma el objetivo de redudir a la mitad, “no más tarde del año 2015”, el número de personas desnutridas en el mundo, estimadas en 850 millones. ¿No es acaso ese el mismo objetivo que planteó en la primera Cumbre Mundial sobre la Alimentación celebrada en 1996?

Lógicamente, al no haberse logrado un considerable progreso en los objetivos propuestos hace doce años, ahora hay que “confirmar la voluntad” de cooperar y solucionar de aquellos países que se han “comprometido” a luchar contra la inseguridad alimentaria y la pobreza. Pero ¿de qué sirven cumbres en las que se reafirmen una y otra vez las mismas metas? Pues sí, no quiero ser pesimista, pero la realidad es esta: para darnos cuenta de que –en este caso-, no hemos avanzado lo suficiente para afrontar el problema en cuestión, el cual como era de esperarse, terminaría en crisis, con acciones tan pobres como las de recordar y reafirmar un compromiso. Y así, con tanta pobreza de voluntad, se presume luchar contra la pobreza mundial, el hambre, la escasez de alimentos, entre otras nobles metas.

Paradójica y lamentablemente, mientras los
8 Objetivos de Desarrollo del Milenio parecen empolvarse en documentos e informes de las periódicas reuniones mundiales de la ONU y la FAO, la necesidad de desempolvarlos, entre ellos los referentes al problema de la crisis alimentaria, se hace más urgente. La realidad pide más acción y menos redacción y discursos. Pero si no se han logrado avances significativos, es lógico tener que, en cierta forma, perder el tiempo en recordar lo que ya se hablado tantas veces.

No estoy justificando lo que pasa, tampoco simplemente despotricando. Se trata de darnos cuenta de la dura realidad que viven millones de personas, tratando de sobrevivir con un dólar al día(3), o destinando dos terceras partes(4) de sus ingresos para asegurar sus alimentos, más aún su nutrición, salud y en definitiva su vida. Una parte del mundo muere de hambre, mientras en otra sobreabunda la comida o al menos eso puede parecer, considerando que la obesidad figura ahora entre los principales factores de riesgo para la salud a nivel mundial. Es una paradójica realidad, otra de las tantas que presenta este mundo, pero también, como dice Jacques Diouf, es “un triste reflejo de la incapacidad de la sociedad para usar los alimentos con el máximo provecho para el ser humano
(5).

Simplemente, sin hacer drama ni echarnos a llorar, deberíamos reflexionar sobre este problema, escuchando las voces que se alzan en signo de alerta, frente a la crudeza de la situación de lugares realmente en crisis, como África (sólo por mencionar al más necesitado), y que podemos apreciar cada día a través de los medios de comunicación. Para Ban Ki-moon, la solución no está en acciones individuales, porque “los problemas globales exigen soluciones también globales
(6); y afirma que “disponemos de los instrumentos y la tecnología para vencer el hambre y alcanzar las metas enunciadas en los objetivos de desarrollo del Milenio. Sabemos lo que hay que hacer. Se necesitan voluntad política y recursos, asignados con eficacia y eficiencia(7). Entonces, ¿qué pasa? Al parecer lo tenemos todo, menos lo que posiblemente hace más falta: la solidaridad.

Si como él mismo lo ha dicho, se necesita voluntad, debemos preguntarnos ¿cuál es la voluntad de nuestros gobernantes? Naturalmente, nadie puede pretender solucionar los problemas de otros si ni siquiera logra superar los suyos propios, pero esta sería una excusa barata, una salida fácil para justificar hechos como los que señala con claridad Diouf: “cada año [se invierten] cerca de 975 000 millones de dólares en gastos militares y se gasten apenas 80 000 millones en ayudas para reducir el hambre y la pobreza, a su vez origen de conflictos
(8). Definitivamente, nuestro mundo globalizado no es solo el de las paradojas, sino también el de las epidemias.

Por otra parte, el empeño en buscar culpables a toda cosa y el juego de victima-victimario en el cual cayeron algunos “líderes” mundiales con sus discursos, me resulta absurdo. Finalizada la cumbre, la noticia que corre a diestra y siniestra por los medios son las fuertes críticas que recibieron los países ricos, señalados como los causantes principales de la crisis. Pero conociendo este mundo político de caníbales, sería ingenuo no darse cuenta de que esto pone de manifiesto una vez más, la lucha por el poder en la que se nos está yendo de las manos el planeta y la humanidad, entre guerras, miseria, problemas ecológicos, entre otros.

Nuestros líderes no deberían hacer de esta situación una especie de carta bajo la manga, para sacarse los trapitos al sol internacionalmente, para su propio beneficio, para la mejora de la opinión pública con respecto a ellos y, a fin de cuentas, para justificar o evadir las problemáticas internas de sus propios países. Mucho menos para hacerlo a costa de la reputación de otros, como se hizo en este caso, echándole tierra a “los ricos”; por mucha culpa que estos tengan, no tiene nada de honorable y mucho menos de heroico, ensañarse en desprestigiarlos, movidos por razones que, en el fondo, no tiene nada que ver con la crisis alimentaria(9).

En este sentido, terminaré de igual manera que se concluyó en la cumbre, “recordando” algunas palabras contenidas en su respectivo informe final: "los alimentos no pueden ser usados como instrumentos de presión política y económica". Además, en último lugar, unas ideas del filósofo
Leonardo Polo: “hoy se cultiva la cultura del antihéroe; estamos cansados de héroes porque nos hemos desengañado (…) una sociedad de cínicos, de gente desengañada, es una sociedad sin temple, que no funciona (…) Está en juego la confianza del hombre. Dicen que donde hay confianza da asco, pero donde no hay confianza tampoco hay sociedad. ¿Qué pasa cuando no se confía en nadie? Se desencadena un vértigo en espiral que succiona la organización social y la hace trizas. Si nadie se fía de nadie, todo el mundo desconfía. Ocurre así, por ejemplo, en lo que llaman la inflación estructural”.

NOTAS
(3) <<En Burkina Faso, el Presidente me dijo que la nación necesita ayuda con urgencia. La mitad de la población vive con 1 dólar al día o menos; la gran mayoría de ella formada por pequeños agricultores. El Ministro de Relaciones Exteriores se expresó en términos especialmente convincentes. La crisis de alimentos, dijo, es una amenaza mucho mayor que el terrorismo. “Hace que la gente dude de su dignidad como personas”, dijo. Y agregó: “Las cuestiones del hambre y la supervivencia y de cómo vivir se han convertido en temas candentes para la comunidad internacional”>>. Ban Ki-moon.
(4) La mayoría de los pobres vive en África, <<y muchos normalmente gastan las dos terceras partes de su ingreso en comida>>. Ban Ki-moon.
(9) Un ejemplo de esto son las críticas del actual presidente de Irán: Mahmud Ahmadineyad. Si se ha seguido un poco su historial de declaraciones en contra de los Estados Unidos, por ejemplo, a quien se le achacó gran parte del problema, se entenderá mejor el por qué de sus declaraciones y lo que quiero hacer ver en este párrafo.

2 comentarios:

Mamá de 2 dijo...

Hola.
Me ha gustado tu análisis. Concuerdo contigo en que no es saludable culpar todo el tiempo a los países ricos de las desgracias y la pobreza del mundo y girar en torno a ello, sin buscar la solución.
La corrupción de muchos gobiernos africanos y latinoamericanos, la mala distribución de la riqueza en nuestros países, la enorme brecha de desigualdad y falta de civismo, tienen mucho que ver en la situación actual.
Espero leerte pronto y también escribir algo al respecto.
Saludos!

alairelibrevzla@gmail.com dijo...

Hola Ángela, gracias. Disculpa que te responda tan tarde, hay semanas en las que me es difícil revisar el blog aunque siempre trato de hacerlo. Leí tu comentario hace tiempo, mas no me había sentado a responderte. ¡Saludos igual!