miércoles, noviembre 15

Conocer e ignorarse

imagen tomada de "algo nuevo bajo el sol"
A propósito del comentario de Alivio Público en el post anterior.
¿Qué es la humildad?
Humildad es verdad
Es común escuchar a alguien diciendo que es humilde o refiriéndose a alguien con el mismo término, cuando carecen de recursos económicos. Creo que no existe algo más apartado de lo que es la humildad que ese idea tan vaga que, de hecho, no tiene nada que ver con ser humilde o no.
Usted o yo podríamos estar en banca rota y aún así ser la persona menos humilde de este mundo. O todo lo contrario.

Dicen los que saben y bien que lo han sabido… que la humildad no es más que la verdad. No esconder lo que hay, pero tampoco conformarse, deprimirse o glorificarse con eso. Si tengo, tengo, sino tengo, pues no y punto. Y no se trata sólo de bienes materiales, también de cuestiones menos cuantificables como la honestidad, la audacia, la inteligencia, la destreza y bla, bla, bla...

Básicamente, humilde es aquel que reconoce su pequeñez ante el mundo y más aún, ante Dios. Quien no cree en Dios, cosa rara y bastante cuestionable –puertas abiertas al debate del asunto en este blog…- mucho menos podrá reconocer su gran insignificancia. De hecho, grandeza e insignificancia o pequeñez no concuerdan… pero si lo pensamos un poco hallaremos que sí tiene sentido (no se los diré).

Otra cosa: humilde no es ocultar lo que se es, sino reconocerlo. La falsa humildad empieza precisamente por no conocerse uno mismo. Falsa porque carece de honestidad con el propio yo y por muy trillado que suene, por alguna razón esta frase se ha forjado como bandera de la humildad: nadie da lo que no tiene. Falsa modestia. Creemos tenerlo todo cuando en realidad todo es lo que nos falta. Creemos serlo todo cuando en realidad no somos nada.

Gústele a quien le guste, duélale a quien le duela, lo dijo Einstein, no lo digo yo… “Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible […] Lo que yo veo en la naturaleza es una estructura magnífica que podemos comprender apenas imperfectamente, y eso debe llenar el pensamiento de una persona con un sentimiento de humildad. Este es un sentimiento genuinamente religioso y no tiene nada que ver con el misticismo”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, soy del blog "Algo nuevo bajo el sol".

Creo que con ésta, son dos ya las veces en que se cita elogiosamente mi blog por algo que no es mío :D, para el caso la imagen es de una película llamada "Waking life" que usa la técnica "rotosco-pio", es grabada tal cual una escena normal y después se dibuja encima de ella. Suelo dar referencias a las imágenes, pero ésta vez se me ha pasado; citaré la película pues desconozco qué artista (pues era más de uno) el encargado de esa escena en concreto.

Comento algo escuetamente el escrito de la entrada respecto al tema de la "humildad", es complicado darle una ambivalencia tanto filosófica, sicológica y en ultimas social; la imagen que se presto a la confusión la inserte en un escrito que titule "Y a eso llaman humildad! a su falta de voluntad!", en el que opte –por resignación en todo el blog– por abandonar la vía social (algo cuestionable, no diré que no) y centrarme exclusivamente en la parte "filosófica" por decirlo de alguna manera.

En parte la humildad obedece al sentido de exculpación y falta de compromiso a nivel social; se exige humildad y discreción al que sobresale para que no revele la propia mediocridad, y por otra parte se tilda a la propia mediocridad de humildad, en aquella equivalencia que se ha empezado a tornar peligrosa de "todo vale igual", lo que yo considero simple y llanamente falta de voluntad.

Cito:
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Una famosa anécdota de Unamuno nos cuenta que cuando recibió un premio nacional de manos del rey Alfonso XIII lo agradeció diciendo más o menos esto: "Quiero agradecer a Su Majestad la entrega de este galardón, que merezco". "Qué curioso", le contestó el rey; "todas las personas que han recibido este premio antes que usted han declarado no merecerlo". A lo que Unamuno contestó: "Es que, Majestad, ellos no lo merecían".
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Por otra parte esta lo que podríamos llamar la "verdadera humildad", la que no es solo una convención social para no herir orgullos ni vanidades; sino la postura que realmente procede de comprender la insignificancia de la propia existencia, de los méritos propios, las tres palabras sonoramente semejantes: lo infame, lo efímero, lo ínfimo. Ésta precisamente nace del conocimiento y el entendimiento, y sobre todo de la comprensión, es universalmente sabido que el universo es simplemente inmenso, ajeno y extraño, ¿Pero por qué aunque se conoce y se dice entender, nadie parece comprenderlo? es simplemente retador, es difícil llevar una vida normal consciente de lo irrelevante que parece ser. A éste punto es donde se abre una nueva excusa (justificación para algunos), y es que dada tal insignificancia, lo que se debe hacer es disfrutar, haciendo del tiempo materia vil y superflua de la que tratábamos de deshacernos lo más pronto posible.

Al respecto, rescato un relato de Nietzsche, siguiendo a Apolodoro:
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“Una vieja leyenda cuenta que durante mucho tiempo el rey Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno; acompañante de Dioniso, sin poder cogerlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo mejor y más preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón; hasta que forzado por el rey, acaba prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa estridente: ‘Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido; no ser; ser nada. Y lo mejor, en segundo lugar, es para ti - morir pronto’”
Midas nos dice: “Bien, tiene razón el Sileno: ¡no somos nada! Pero, ¡Lo Haremos Todo!”
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Tal vez seamos insignificantes y nuestros esfuerzos desahuciados, pero eso no es razón para ser más pequeños de lo que somos y el campo donde nos podemos superar es en la acción, haciendo algo grande, no para que alguien lo recuerde ni por gloria, sino para justificar la propia existencia.

Pd: Respecto al ateísmo, éste se ha convertido últimamente se ha convertido en categoría para justificar la pereza y la falta de compromiso, que imponga la religión o la creencia; ello ha desembocado en una superabundancia de pretenciosos ateos por doquier cuyo único sentido de negación a dios, es negar cualquier obligación, careciendo a la vez de cualquier justificación previa a su ateísmo.

En éste punto comparto la postura de Richard Dawkins que aunque es más conocido por sus críticas a las religiones, también es bastante crítico al que es ateo por ignorancia, Dawkins como biólogo (etologo) pone por ejemplo en su ciencia, el caso de la vida, salvo que alguien tenga una explicación medianamente justificada de ella, que se abstenga de ser ateo, porque de lo contrario esta ignorando por completo el grado de complejidad de la misma. Como Dawkins, considero que la evolución (bien entendida) puede ser la respuesta, en éste caso no querría comentar al respecto, sino denunciar a quién ignorándola, da por sentado su ateísmo como algo respetable; lo mismo es aplicable en un amplio grado de conocimientos, física, matemáticas, ciencias sociales, etc.

Se puede ser humilde desde el ateísmo, ¿no podríamos decir que es más humilde el ateo por reconocer que no tiene idea de dios, tanto así que no puede asegurar que existe? ;-)

alairelibrevzla@gmail.com dijo...

Claro, de hecho es preferible alguien que no crea en Dios (aunque de por sí es bastante cuestionable eso de "no creer") y asuma responsablemente esto y sus implicaciones, que "creer" superficialmente. De esta manera se entiende la falta de coherencia en la de vida personas que dicen ser sumamente religiosos o creyentes, llegando a ser más bien irresponsables ante la condición de creyentes que "dicen" gozar...
**Gracias por tomarte el tiempo de escribir en este blog....** Me gustaría que continuaras visitándome y más aún comentando...

Anónimo dijo...

He aprendido y llegado a la conlcusión , que la Humildad no es una distingción de clase social, es una virtud que alcanzan pocos en la vida.