jueves, noviembre 16

Talante y nada más...

No se mucho sobre fundamentalismo, he intentado estudiarlo, mas no se si realmente he logrado entenderlo. De cualquier manera, aquí voy…

El día de ayer fui invitada a un programa de TV regional para comentar sobre la tolerancia, a propósito de que hoy se celebra el Día Internacional de esta. Esta mañana asistí al lugar (hora de llegada: 6.30am -como para no dejar de decir que me costó una y parte de otra levantarme-). La idea era comentar un poco el manifiesto sobre los Principios de la Tolerancia hecho en 1995 por la UNESCO, además de hacer referencia al Grupo de Investigación Tolerancia de la Universidad Fermín Toro, que con todo y sus –nuestros- problemas, los dolores de cabeza que a veces produce y más (sin entrar en detalles), no deja de ser *mí querida casita de estudio*.

El hecho es que la entrevista fue bastante agradable, en especial porque no se quedó en el mero recuerdo de un día, un valor, una acción remarcable de una organización sin fines de lucro, etc… Afortunadamente, el moderador fue bastante crítico y profundo en sus observaciones y preguntas. De un momento a otro parecía que nos íbamos a ir de frente contra la política nacional, pero no… Nada que ver. Tanto el profesor que estuvo allí en representación del Grupo Tolerancia, como yo –participante del grupo- escapamos por el caminito viejo aintencionalmente.

A lo que vengo:
Un tema tan importante como el de la tolerancia, que sin duda comprende tantos aspectos de la persona humana en su condición más social e interpersonal, es imposible –por más que se quiera- de reducir a meras apreciaciones políticas, culturales, religiosas, raciales, etc… Claro está que se puede aplicar en una u otra instancia, pero siempre, en primer término habrá que reconocer que la tolerancia no viene encajonada en algún aspecto concreto de la persona humana, sino en toda ella, tal cual es.

Y para ir más allá:
Cualquier valor, cualquier virtud, resulta imperceptible e irreal si no se consuma en actos. De modo que la tolerancia como tal, es más en la practica que en la predicación, porque de lo contrario nos quedamos en puro fundamentalismo.

¿Y qué es eso?
A ver, a ver… no se fíen de mis ideas, sean críticos a partir de ellas.
Según lo que he percibido del fundamentalismo, no es más que apegarse fielmente a un marco teórico, que puede ser tanto producto de la fe como de la razón, con la leve o fuerte inclinación hacia lo que ese conjunto de ideas –vagas y poco consistentes- pretende sostener.

¿Qué dije? -sin subestimar a nadie-
Según algunas ideas recogidas, el fundamentalismo suele quedarse en las palabras como símbolos que, usualmente carecen de significado real. Es decir que termina por ser un nominalismo cualquiera, una mera convención de ideas en torno a una sólo palabra, por ejemplo. Llevado esto al contexto lingüístico es sumamente preocupante, pues el lenguaje es de por sí una de las características más importantes de la persona humana, y no sólo denota sino que connota. El apego -aparentemente- fiel de lo que las cosas son por cómo se llaman o se dicen, o mejor dicho, por cómo las cosas se dicen o se llaman, son… carece de sentido propio. Nada es por sí sólo, excepto Dios. El lenguaje tampoco lo es, pero si algo nos permite descubrir es que existe una realidad en la que convenimos cuando nos comunicamos, una verdad que escapa a mi yo y a tu yo, que está por encima y sobre la cual se desarrolla una conversación cualquiera.

Vamos con calma:
La realidad es actualidad, actualidad de acto puro, de aquello que es y está aquí y ahora. Por lo tanto, el lenguaje, las palabras en sí mismas encierran realidad y ésta, no es más que una prueba de la trascendencia con que todo se desarrolla. Trascendencia de trascender lo material, de superar los límites de lo convención simbólica, estimar lo inmaterial partiendo de lo obvio. Afortunadamente, las palabras por sí solas nos dicen algo verdadero sobre las cosas. Quizá el problema está cuando queremos tergiversar esa realidad que guardan, atribuyéndoles connotaciones que no cuajarán de ningún modo, porque ellas no se dejan.

Esto es:
El fundamentalismo se apega a la palabra y su significado, pero parece dejar a un lado el aspecto real de las mismas, el cual no se alcanza a punta de sofismos, sino de reflexión y ésta, naturalmente, pone de manifiesto la trascendencia. Así pues, la recia fidelidad que parece caracterizar a los fundamentalitas, que fácilmente podrían tacharse de fanático, intolerantes e irracionales, no es más que una especia de coraza que, además, carece de utilidad porque su uso y razón carece de todo sentido.

Por eso:
Hay que buscar. Buscar incansablemente el por qué de todas las cosas.
No dudo de que algo encontremos, más allá de las palabras, más allá de las ideas.
¿POR QuÉ? ¿POR QuÉ? POR QuÉ?
El mero fundamento sin razones trascendentales, no puede ser para la vida lo que el kilogramo es para el peso.-

Alguien dice:
Robert Spaemann,"¿Qué es el fundamentalismo?", Atlántida VII.92
¿Qué es un fundamentalista?
«Alguien que niega todo discurso, un fanático con el que no se puede hablar».
Ésta sería la definición crítica del fundamentalismo. Otra de carácter apologético diría quizá:
«Un hombre para el que algo es sagrado, y que no está dispuesto a negociarlo».
De este modo podemos dibujar los contornos del problema que en nuestra civilización se esconde tras el término fundamentalismo.
¿Qué tan sagrado? ¿Qué tan fundamental?
y yo agregaría: ¿qué tan real?...

3 comentarios:

Marcel dijo...

Te dije que serías famosa, ya hasta sales en la TV :-O

alairelibrevzla@gmail.com dijo...

jajaja... bueeeeeeeeno...
¿Qué te puedo decir? :S

Anónimo dijo...

Paraguay: EL FUNDAMENTALISMO LUGUISTA
(Luis Agüero Wagner)
Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire (Woody Allen)
En 1993 Joseph Ratzinger publicó su libro “El fundamentalismo islámico” donde abordaba desde la óptica conservadora el problema de la instrumentalización de las energías religiosas en función política, tema de vigencia por estas playas desde que el cantinflesco obispo jubilado Fernando Lugo se tomó en serio la propaganda de la tendenciosa prensa local, que lo presentaba fantasiosamente como el nuevo fenómeno político del ambiente.
Esclarece Ratzinger que el aferrarse fanáticamente a las tradiciones religiosas se vincula en muchos sentidos al fanatismo político y militar, en el cual la religión se considera de forma directa como un camino de poder terrenal. También puntualiza el error de trasponer el concepto “fundamentalismo” al mundo árabe siendo que en realidad es una definición surgida para calificar a cristianos. El fundamentalismo es, según Ratzinger, en su sentido originario, una corriente surgida en el protestantismo norteamericano del siglo XIX, la cual se pronunció contra el evolucionismo y la crítica bíblica y que, junto con la defensa de la absoluta infalibilidad de la Escritura, intentó proporcionar un sólido fundamento cristiano contra ambos. Cabe preguntarse cuál es el concepto para definir a los católicos que alentados por una bula papal de Alejandro VI invadieron Latinoamérica y arrasaron con esplendorosas civilizaciones como la inca o maya, y cometieron un genocidio contra los súbditos de estos y otros imperios, además del saqueo e imposición de una nueva religión por la fuerza de la espada, y todo ello en nombre de algo tan abstracto como su Dios. Mas que el fanatismo equiparable que Ratzinger ve entre la teología de la liberación, el terrorismo islámico y terrorismo marxista occidental, lo que sí se discierne con claridad es con qué facilidad algunos farsantes se aprovechan de las supersticiones “divinas” para apetencias bien terrenales, en nuestro caso –cuándo no- el divinizado zoquete.
Aunque Ratzinger se extiende en su obra sobre los fundamentalismos ajenos, no se caracteriza por ver la viga en el propio ojo precisamente. Como con bastante elocuencia lo ha dicho la red de Mujeres Católicas de América Latina en uno de sus comunicados: cuando hablamos de fundamentalismo nos referimos justamente a la posición expresada por Ratzinger. Todo su escrito es un acto de intolerancia, fanatismo, intento de volver al pasado, resistencia ante todo cambio, intento de imposición de la propia perspectiva como la única aceptable, rechazo al pluralismo, desconocimiento de la evolución en todos los ámbitos, rechazo a toda novedad, pánico ante la diversidad.
Como puede notarse, esta controversia entre católicos no guarda mucha distancia de los términos en que giró la discusión sobre el dichoso pacto del 5 de febrero que con tan mala fortuna firmaron nuestros héroes de la oposición.
Se sabe que el Fundamentalista es en el fondo un intransigente, por ello actúa como factor creador de conflictos y como enemigo del progreso, especialmente si se trata de avanzar en negociaciones, hecho que explica la actuación de la caterva de monaguillos en la “mesa de presidentes” de la extinta concertación, que con sus despropósitos hoy han ubicado a su candidato en una cómoda posición para luchar por el tercer puesto en las elecciones del año que viene. No estaría demás advertir sobre el peligro que implica el accionar de estos fanáticos, más aún si consideramos que el aprovechamiento de la religión en función de la política como conducto de “liberación de los oprimidos” es hoy en día la principal coartada para volar estaciones de trenes, estrellar aviones de pasajeros contra rascacielos de Nueva York, enviar sobres conteniendo ántrax o volatilizar autobuses londinenses. Para colmo, nuestros integristas criollos no han ocultado sus intenciones contenidas dentro del esquema maoísta que “la guerra revolucionaria se libra fuera del legalismo”, y han llamando a la yihad a sus seguidores en caso de cumplirse la cláusula constitucional que impide a un religioso postularse para presidente, amenaza que amerita cuando menos que nuestras autoridades encarguen una investigación al respecto a la analista Milda Rivarola.
Debo añadir que resulta lamentable y desalentador ver por estas playas a una caterva de politiqueros corruptos defendiendo y queriendo aprovecharse del opio de los pueblos, y de creencias morales de tiempos anteriores a la ilustración, con un apasionamiento digno de monaguillos que fueron abusados por el cura de la parroquia y quedaron prendados de él, agitando irresponsables sus arcaicas banderas a través de una presión política conjugada con el fundamentalismo religioso. Más aún resulta vergonzoso el espectáculo que dan cuando vemos que en la vecina República Argentina el ex capellán Von Wernich, involucrado en violaciones a los derechos humanos durante la pasada dictadura militar, acaba de ser declarado genocida y condenado a reclusión perpetua sin miramientos a su investidura religiosa, como realmente corresponde en una república.
NOTA: Los monaguillos aludidos que cercaron al obispo Fernando Lugo, a pesar de lo que la prensa maccartista heredada de Stroessner quiso hacer creer, en realidad son viejos agentes del imperialismo norteamericano. Se cuentan entre ellos:
*Guillermina Kanonikoff y Raul Monte Domecq, financistas de Lugo. Reciben dólares de USAID a través de la ONG fantasma Gestión Local.
*Camilo Soares, agente de la NED, referente de la Casa de la Juventud, beneficiaria de Dólares de la IAF.
*PMAS: partido surgido gracias a la acumulación de dólares del grupo anterior, recibió en el 2004 127.000 dólares de IAF, institución manejada por George W. Bush.
*Ricardo Canese, dirigente de Tekojoja. Propagandista de los planes de biocombustibles de George W. Bush.
*Aldo Zucolillo, ex propagandista del dictador Stroessner, mecenas del centro de detención y torturas de la dictadura paraguaya y alabardero del genocida Jorge Rafael Videla, hoy entusiasta impulsor de la candidatura de Fernando Lugo.
*Julio Benegas, empleado de Zucolillo en su diario ABC color, signatario de acuerdos con AFL-CIO, reputado peón de los fraudes imperialistas.